lunes, 30 de marzo de 2009

Suena la piqueta alrededor del CPB

Por mis fuentes de entero crédito he sabido que la reciente asamblea del CPB, convocada para el pasado 28 de marzo, volvió a quedarse ensayada por el síndrome del ausentismo.

Suficiente razón me asiste, por lo tanto, para seguir temiendo porque el destino del Círculo de Periodistas de Bogotá pueda ser una réplica de la suerte que acabó con la existencia de instituciones como el Café El Automático (ver nota anterior en este blog).

Así como muchos de los puntuales contertulios de aquel café dejaron de concurrir, por imponderables naturales, preocupa que proceso similar termine con lo que resta del CPB: Es decir, con su historia, suerte y patrimonio, pero de raíz con el estoicismo y con la mística de unos cuantos que han sido la clave para la supervivencia de la entidad. Porque, si bien los socios más nuevos no manifiestan el mínimo interés por asistir a las deliberaciones, una gran mayoria de los veteranos... ¡tampoco!

La situación es un llamado de alerta cuando los ecos de la piqueta que le abre paso a la fase III de Transmilenio empiezan a escucharse por los lados de la Calle 26, donde está localizada la sede del Círculo. Y sobre todo cuando esta es la hora en que no hay consenso —¡mal podría haberlo con el ausentismo terminal!— sobre el proceso de negociación pendiente con las entidades responsables de respectiva la reforma urbana.
Así las cosas, resulta verdaderamente sobrecogedor imaginar que un día apocalíptico no muy lejano, mientras se llama a lista para la verificación del quórum, aparezca por asalto un funcionario de la firma encargada de la demolición del sector y exija la suspensión de la asamblea, todo porque la pala está lista para asestar el primer macetazo contra el área donde actualmente funcionan la sala de juntas y la Secretaría del CPB.

"¡Qué pena, señores, pero órdenes son órdenes!", alcanzo a presagiar que manda el funcionario inconmovible, mientras abajo en la calle un piquete de obreros apresta ruidosamente sus buldózeres , torres y poleas, al tiempo que a través de megáfonos se conmina a los contados asambleístas a desalojar de inmediato las instalaciones del CPB. En esas, imagino a los asistentes a la reunión proponiendo al unísono —y sin ponerse de acuerdo— las alternativas más disímiles, como las siguientes, de la A a la Z:

a). Modificar el orden del día.
b). Continuar con el llamado a lista.
c). Convocar a otra asamblea extraordinaria.
d). Llamar de urgencia al celular del alcalde Samuel Moreno.
e). Esperar a ver si los hombres de la piqueta son capaces de semejante atrocidad. Algo así como lo que en 1973 hizo el presidente chileno Salvador Allende en la Casa de La Moneda, de donde saldría sin vida.
f). Nombrar una comisión para investigar a los responsables de no haber tomado cartas en el asunto.
g). Constituir una comisión de notables para buscar una sede alternativa, al menos en arriendo.
h). En tal caso, designar una comisión alterna para que estudie la viabilidad de un fiador.
i). Invocar los buenos oficios que desde la Casa de Nariño pueda ofrecer su Secretario de Prensa, César Mauricio Velásquez.
j). Una moción de orden.
k). Una mesa de concertación con delegados del Instituto de Desarrollo Urbano, Planeación Nacional y Distrital, la Procuraduría y de los ministerios de la Protección Social, del Transporte y de Comunicaciones.
l). Convocar a los medios de comunicación para que en solidaridad registren el acontecimiento en vivo.
ll). Escribir al email quetalesto@noticiasuno.com
m).
Orar.
n). Ofrecer resistencia física a la toma, pues algunos insistirán en que Allende murió con las botas puestas.
ñ). Declarar persona no grata al funcionario que exige el desalojo.
o). Defenestrar al intruso.
p). Solicitar la presencia de la Defensoría del Pueblo.
q). Redactar un pronunciamiento ante la opinión pública.
r). Exigir la presencia del Comité Internacional de la Cruz Roja.
s). Aunque nunca hagan presencia, exhortar a los socios más influyentes para que intercedan ante el Gobierno Central: Juan Gossaín, Yamid Amat, Darío Arizmendi y Belisario Betancur.
t). Salir a la calle a marchar.
u). Llamar a la policía antimotines o al 123.
v). Telefonear a Enrique Santos Calderón, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en su descanso de Anapoima.
w). Convocar a las fuerzas vivas del pais.
x). De cara al Premio de Periodismo 2010, convenir un canje publicitario con Servientrega, para que traslade al menos los archivos del CPB a puerto seguro.
y). Todas las anteriores.
z). Ninguna de las anteriores (¡Dejar así! Como ocurrió con el Café El Automático...).

domingo, 29 de marzo de 2009

Café El Automático: de la leyenda al olvido

¿Quiénes son estos viejitos, catanos, carrizos o cuchos? —o como el lenguaje coloquial de hoy les quiera llamar—, podrá preguntarse el ciudadano del común en estos tiempos. Y muy en particular la nueva generación, parte de la cual quizá tampoco conozca la acepción del vocablo "sepia", característico de la fotografía.

Un viaje a través del archivo nos indicará que el escenario de la foto no es otro que el mítico Café El Automático, de Bogotá, lugar que por muchos años sirvió de encuentro a intelectuales, periodistas, personajes del cine y el teatro, de las artes plasticas, y en general del universo de la bohemia, y cuya referencia histórica sucumbió ante lo inevitable: El cambio de las costumbres y sobre todo la amnesia urbana.

Después de trasladarse cada cuanto de un lugar a otro para esquivar el fantasma de un cierre definitivo, el café terminó por clausurar sus puertas en su más conocida sede última: la Calle 18, abajo de la Carrera Séptima, costado sur, mitad de cuadra.

Con una suerte que podría ser no muy lejana a otras instituciones de viejo cuño y tradición, como, por ejemplo, el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), El Automático desapareció por dos razones interrelacionadas: Por el factor económico insostenible y por sustracción de materia, toda vez que los últimos contertulios se fueron muriendo en el olvido, mientras el centro de la ciudad claudicaba a la proliferación de otros escenarios, como los negocios de pandebonos y buñuelos en la puerta, los expendios de comidas rápidas, los puestos de chance, el comercio del rebusque y uno que otro rincón para la rumba.

En cuanto a los abuelos de la foto, que es de antología, se trata de los siguiente personajes: Al fondo, el dueto de Garzón y Collazos. ¡Casi nada! Escuchan: El propietario del sitio, Fernando Jaramillo (en pie, extremo derecho), y los comensales, de izquierda a derecha, el dramaturgo Oswaldo Díaz Díaz y los poetas León De Greiff, Jorge Zalamea y Arturo Camacho Ramirez. ¡Algo así como la Selección Colombia de su género!

A continuación una nota de Pedro Restrepo Peláez, aparecida en el portal de la web "Bogotá Viva", y titulada "El Automático Nostalgia con aroma de café (y aguardiente)":

En el sitio donde antes funcionó un restaurante — establecido por inmigrantes europeos y basado en el en ese entonces novedoso sistema de auto-servicio o automático— apareció el café que llevaba este nombre. Durante varios años estuvo en un local situado en la avenida Jiménez (entre carreras Quinta y Séptima) y su propietario era el paisa Fernando Jaramillo. Más tarde pasó a manos de Enrique Sánchez, también antioqueño, quien trasladó —café y clientela— a uno de los locales del pasaje que comunica el parque Santander con la carrera Quinta.Varios son los cafés bogotanos que tuvieron nombradía por el carácter y el oficio de sus visitantes. Los hubo de intelectuales, de políticos, de ganaderos. Y de estudiantes que repasaban allí sus tareas amparados en la compra de un tinto. O en su donjuanismo con alguna apetitosa mesera. El Windsor, el París, El Pasaje, son recordados por quienes asistieron (en corto tiempo) a la transformación de una Bogotá aldeana en una monstruosa urbe.

Así como los cafés eran en el siglo pasado el centro social de la clase media y el club de la clase alta, las chicherías cumplían el requisito de congregar la bohemia proletaria. Y no era extraño que en dichos antros se colara algún político en trance de candidato al Congreso o el poeta de frondosa melena. Como para que la oratoria y la poesía se dieran la mano. El Automático llenaba un vacío o, mejor, cumplía con el propósito de congregar una diversa clientela, en la cual literatos y poetas podían acompañar su ego con el aguardiente del Estado o con una cerveza de nombre germánico. Y al crítico de compleja teoría estética con el coro de pseudointelectuales comúnmente llamados lagartos.

El Automático tuvo su auge en la época en que ciertas personas de renombre lo frecuentaban. Allí se dieron cita periodistas como Juan Lozano y Lozano, Alberto Galindo, Rubayata, Villar Borda. Y pintores como Ignacio Gómez Jaramillo y Marco Ospina. Los caricaturistas Pepón y Hernán Merino y el escultor Mardoqueo Montaña. Y no pocos fabricantes de versos a quienes se les debía tolerar su inspiración cuando les daba por recitar el último soneto a la amada inmortal, y que el poeta Luis Vidales solía escuchar con desdén de comunista ortodoxo.

Los más asiduos asistentes al Automático eran el maestro León de Greiff y el locutor de radio, Hernando Téllez Blanco. Tanto que una mesera afirmaba que ellos dormían fuera, pero vivían en el café. Otro asiduo concurrente era El Chapetón, Manolo Pendás, delante del cual estaba prohibido hablar (bien o mal) de España, so pena de recibir un violento chaparrón de procacidades y denuestos. A su lado, Elías Hoyos afirmaba su tesis de que La Patria de Manizales era el mejor periódico del país. Y quizás del Continente.

Es obvio que la figura más visible de la tertulia era el maestro León de Greiff, respetado y admirado por todos, y de quien Enrique —el propietario— decía, comentando su desaliño en el atuendo: “El Maestro siempre acompaña su desayuno con dos huevos: uno para comérselo, y el otro para untárselo en la corbata”. Coincidiendo con el traslado de El Automático a su local de la Calle 18 —unos pasos arriba de la Carrera Séptima— no pocos contertulios desaparecieron, por cambio de residencia o por muerte. Y porque Enrique— el dueño y contertulio— fue asesinado de manera atroz y misteriosa en su apartamento de la Avenida Diecinueve.

De todas maneras, del Automático nos quedan no pocas anécdotas, a las cuales contribuyó también el espíritu retozón del popayanejo López Narváez, alias El Toronjo. De tan insólita clientela cabe destacar ciertos asiduos asistentes que recordamos no por su nombre de pila, sino por sus apodos: Periscopio, Carepuño, Torosentao, Cachifo, El Churrusco.
El Automático nos legó así su picaresca historia. La de una tertulia en la cual escépticos intelectuales recibían cálidos elogios de sus aduladores, y hasta de emboladores y vendedores de lotería.

Este tipo de café tiende a desaparecer para convertirse en cafetería. O en bar, en el que se comenta, frente a un whisky, el último escándalo de la cantante pop de moda y el salario, en millones de dólares, de quienes en un estadio, con sus extremidades inferiores, salvan el honor de la Patria

viernes, 27 de marzo de 2009

La libertad de prensa


La libertad de prensa es la existencia de garantías con las que los ciudadanos tengan el derecho de organizarse para la edición de medios de comunicación cuyos contenidos no estén controlados por los poderes del Estado.

Así como en los Estados Unidos este derecho está garantizado por la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana, también es evidente que no todos los países tienen garantizada, ya sea por una Carta de Derechos o su constitución, la libertad de la prensa: bien paradójico es el caso, por ejemplo, de Australia.

Una mirada a este respecto en el Continente nos indica que las libertades al ejercicio periodístico están cada vez más amenazadas, sobre todo en países como Cuba, Bolivia, Ecuador, Haití, Nicaragua y Venezuela, donde el poder omnímodo de los gobiernos de turno pretende perpetuarse, lo cual lleva implícito una serie de cortapisas a la libertad de información, de expresiòn y de ser informado.

Aunque en Colombia la Constituciòn de 1991 consagra la libertad de prensa, las experiencias de los vecinos deben movilizar la conciencia de los periodistas en Colombia, donde el ejercicio periodístico debe enfrentar no sólo los desafíos del poder, sino los de la subversión en sus distintos matices y los de la delincuencia organizada.

Visiones contrapuestas

Desde el surgimiento de las economías de intercambio los dos sistemas económicos contrapuestos, tanto el capitalista como el socialista, han tomado como suya la bandera de la libertad de prensa, por lo que han diferido en los criterios de generación y asignación de los medios de comunicación que serían necesarios para su existencia. Estos criterios dependen, en última instancia, de la concepción individualista o colectivista adoptada al respecto de los derechos individuales, de las clases sociales y de la misma noción de "pueblo" que será beneficiario de los mismos.

El psiquiatra y psicoanalista Carlos Norberto Mugrabi afirma: "Somos injustos al olvidar cuánto le llevó a la civilización lograr el derecho a expresarse. Y aún no se ha alcanzado totalmente. Las libertades deben ser cultivadas en conjunto para que surtan el efecto deseado".

Interpretación democrático-liberal

La libertad de prensa aparece como una extensión al derecho sobre la capitalización del trabajo personal, por lo cual todos tienen derecho a poseer una empresa de comunicación a condición de haberla creado y que se sostenga por el propio esfuerzo.

El pueblo como colectividad no representa al pueblo, sino la sociedad civil formada por una pluralidad autónoma de individuos. Considerando a estos como origen de toda voluntad, sólo el derecho de propiedad privada posibilita la representación real de las opiniones particulares.

La democracia se concibe como un mercado apolítico que no colectiviza las elecciones del público como consumidor, y será de éste que dependa la asignación de recursos y por ende el éxito o fracaso de los medios de expresión de los particulares que los desarrollen como inversores de riesgo, lo que incluye la creación de grandes empresas forzosamente reducidas en número.

La prensa no preexiste al capital: es un capital, considerado como producto personal, y debe ser creado sólo con el dinero de quienes deseen convertirse en empresarios periodísticos, de forma que el uso positivo del "derecho negativo" a la libertad de prensa es accesible a cada uno sobre cada propio medio de comunicación o porción accionaria del mismo, siendo su éxito dependiente del mercado de consumidores sin otra responsabilidad que la de afrontar pérdidas por no satisfacer a su respectivo público.

Enfoque democrático-socialista

La libertad de prensa se presenta como parte del derecho a una parte compartida de los bienes comunitarios, por esto todos tienen derecho a ser parte en las empresas de comunicación existentes con independencia de su poder adquisitivo o de haberlas creado.

El pueblo tiene intereses comunes y una voluntad general cohesionada por estos. Considerando a ésta como origen de las ideas, sólo el derecho de propiedad pública posibilita la representación de las opiniones particulares acordes con el pensamiento popular.

La democracia se concibe como un Estado político que colectiviza participativamente las elecciones de la ciudadanía, y es éste el que decide conjuntamente el uso de los recursos comunes para la creación o manutención de medios de comunicación independientemente de su tamaño.

La prensa se planifica aparte de los criterios de beneficio por lo que se deduce del capital de la economía nacional, considerado como producto social, para asegurar el "derecho positivo" a la libertad de prensa para todos los ciudadanos mediante la participación popular unificada en todos los medios de comunicación existentes regulados democráticamente por el Estado.

jueves, 12 de marzo de 2009

El aburrimiento del periodismo de Internet

Sí, ya sabemos que el periodismo como se hacía está en crisis total y que Internet es el futuro que ya llegó, sabemos que el periodismo digital es lo que hay que hacer, pero no se sabe cómo. El periodismo de Internet se ha convertido en el único periodismo que se puede hacer porque la radio, la tele y la prensa imitan a Internet. El resultado: el periodismo actual aburre, nada imagina, poco sirve para la vida cotidiana y está mal escrito.

Las cosas que sabemos del periodismo actual.De tanto oír a los investigadores, a los expertos en realidad, a los periodistas viajeros, a las frases fáciles de mercadeo, uno terminó convencido de ciertas verdades irrefutables sobre el periodismo en los tiempos de Internet. Uno sabe, por ejemplo, que los medios periodísticos habitan una crisis de credibilidad, legitimidad y narración y que por eso la gente prefiere la ficción y el entretenimiento al estar informados.

Uno sabe que cada vez más los medios de información importan menos, que los jóvenes no leen, que las telenovelas duplican en rating a los informativos, que los periódicos descienden en ventas; menos mal que los políticos y gobernantes leen la prensa.Uno sabe que la revolución se llama los medios digitales y las comunidades virtuales y que el periodista, en todas estas, viene sobrando porque se piensa “on line”; se vive en la egoteca de la propia opinión llamada blog y se celebran las nuevas comunidades juntadas por la tecnología a lo Facebook. Uno sabe que hoy no es necesario saber escribir porque todo es conectivo, sólo bastan los fragmentos y los links, ¡y listo: habemus información!

Así, el lenguaje debe ser el de las audiencias, el pensar es el de la gente, los temas son on demand. Si todo esto que uno sabe es cierto, no se necesitan periodistas intérpretes, ni escritores, ni mediadores; se requiere con urgencia periodistas que sepan manejar todas las tecnologías y la convergencia digital.

La paradoja está en que los gurúes concluyen que el asunto para el éxito del periodismo no es nada de lo de mencionado arriba, sino todo lo contrario, eso que viene del viejo periodismo: los contenidos. ¿Será cierto? No, los contenidos no importan. Si el contenido importara, no habría que pensar “on line”, ni trabajar “on demand”, ni saber de todas las tecnologías, ni abusar del “yoísmo”, ni de nada de lo mencionado.

Si el contenido importara habría buenas y únicas historias, cada medio buscaría tener una agenda propia, se intentaría el escurridizo punto de vista diferente para ofrecer nuevos marcos interpretativos, de seguro se le encontraría poesía al mundo de la vida, por supuesto se escribiría con cuidado y emoción y cada periodista dejaría de ser masa para buscar su propio estilo.Pero no, lo que los weblólogos llaman contenido no es contenido.

El contenido no es eso que uno conocía como ideas, reflexiones, historias, personajes, agendas. No, contenidos en los medios digitales son formatos, secciones, comunidades, interactividades, fragmentos. Los contenidos han devenido lo superfluo, los modos de seducir a los perdidos navegadores de la red. El artificio ha triunfado, la nada ha llegado a ser todo el contenido posible. El resultado: un periodismo escrito, audiovisual y radial aburrido. Y un periodismo digital confuso y caótico. La calidad periodística se ha reducido. Se escribe mal, se fotografía peor, se narra perverso, el video ilustra o registra; la responsabilidad ética desaparece; la publicidad intrusiva abunda. Todo se puede, nada se comunica.Las cosas del periodismo del futuro.

Menos mal, ante toda avalancha de moda siempre hay resistencias y cada vez existen más periodistas contestatarios (¡más periodistas que medios!) que no se contentan con esas fórmulas de mercadotecnia digital. Y estos periodistas están avizorando que la cosa es por otro periodismo, uno que usando las tecnologías se parece más al viejo y uno más cercano a la emoción, porque puede narrar bien en diversos formatos. Esos periodistas atrevidos enfatizan que el periodismo es, desde siempre, una máquina de contar historias; que generar punto de vista y criterio para comprender el mundo de la vida es lo que requerimos; que no hay que fragmentar por devoción, sino usar cada dispositivo narrativo (fotos, videos, audios, palabras, diseño) para ganar en historias; que no porque la pantalla tenga más, es mejor.

El periodismo digital y el escrito y el radial y el televisivo y el comunitario debe comprender que el asunto no es de mercadeo, ni de tecnologías, ni de contenidos, sino de narración. El periodismo debe seguir siendo la fuente de la conversación colectiva para la minoría que quiere saber del mundo. Para los demás están las comunidades de mercadeo de la llamados Facebook, MySpace, Hi-Fi, Second Life.

Por Omar Rincón, Docente e investigador de las universidades de los Andes y Javeriana (Colombia). Revista Semana. Julio 23 de 2008.


bevilaqua@univision.com
santafe60

Papel del periodismo en la sociedad

Desde sus inicios, el periodismo ha sido parte fundamental de la sociedad y de todo lo que ocurre en ella. Gracias a él es posible saber algo de lo cuanto sucedió en el pasado, a la vez que registra el presente y esboza el futuro.

Sin embargo, es en las últimas décadas donde el periodismo y los medios de comunicación han cobrado una importancia jamás pensada, convirtiéndose en un poder de magnitud similar al de la política y la economía, ello hasta el punto de que estas dos últimas, en algunas ocasiones, se han de plegar a lo que ha sido denominado "el cuarto poder".

Cuando se habla de la sociedad se habla, por extensión, de lo que el periodismo ha producido en ella, pues éste, al registrarla, al reflejarla, termina por dibujar sus contornos y los de los acontecimientos presentes y futuros, pues es debido a la información que el periodismo difunde que la gran mayoría de las personas toma una posición definida frente a los acontecimientos, los grupos y las personas.

Según esto, se hace imprescindible hablar de la ética del periodista; es decir, de su responsabilidad y de los principios con los que se supone que ha de actuar para no afectar negativamente el curso de los acontecimientos que narra; no obstante, esto no siempre ocurre, pues el periodismo se ha ido convirtiendo en una forma aparentemente transparente de escalar posiciones en la sociedad, de manipular situaciones y de alcanzar fines no siempre benéficos para la sociedad, los hombres y el mundo (claro está que lo anterior también depende de las leyes que, en cada país, regulan a los medios de comunicación).

Cabe aclarar que el papel del periodismo ?y por tanto del periodista? en la sociedad, es el de crear conciencia sobre las diferentes situaciones que acontecen en pro de generar una mejor calidad de vida, así como advertir a la sociedad acerca de las posibles consecuencias que ciertas acciones pueden acarrear, a la vez que ha de procurar comunicar todas aquellas acciones que tienden hacia el bien común de las personas y del mundo.

En últimas, el periodismo ha de suministrar, a las personas y al mundo que las contiene, herramientas informativas y cognitivas suficientes para que las relaciones de los hombres con los hombres y las de éstos con el mundo se tornen, cada vez más, en relaciones de fraternidad, hermandad y generosidad.

Tanto el periodismo como los medios de comunicación cumplen un papel fundamental, pues es por intermedio de ellos que conocemos los hechos; de lo que se puede concluir que, puesto que lo que ellos digan, expresen o informen es lo que, al final, conocemos, es evidente que de su veracidad, transparencia y honestidad depende que el mundo que nos muestran sea el verdadero.

Para obtener más información sobre este tema puede consultar las páginas ¿Qué son los medios de comunicación? estructura física y estructura según su carácter , Libertad de prensa y Opinión pública.

Bibliografía
Ortega, Felix y Humanes, María Luisa, Algo más que periodistas. Sociología de una profesión, Ariel, Barcelona, 2000.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El Día de San Valentín en el CPB


A efectos de conocer de modo presencial cuanto pudiera estar ocurriendo tras bambalinas en la más antigua, respetada y respetable institución periodística del país, en mi calidad de estudiante de comunicación social, próxima a recibir el título, asistí desde el anonimato a la Asamblea Extraordinaria del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), convocada para las 9:00 horas del sábado 14 de febrero último, que por cierto, y aunque resulte irrelevante, era el día de San Valentín.

Rondaba el reloj ya por las 10:00 a.m., cuando, de los más de 150 socios, apenas unos 25 —algo así como... ¡el 17 por ciento!— habían hecho presencia en el recinto. «¡Los mismos de siempre!», se concluiría luego entre la resignación y el despecho propios —según pude advertir— de estar, seguramente como tantas veces en el pasado, ante otra convocatoria fallida por el ausentismo. Tras el llamado a lista, y como parece ser tradicional allí, el resto —unos quince miembros— se encargó de aumentar el suspenso a la impaciente espera, al hacer su aparición prácticamente a cuentagotas.

Así quedaba en evidencia una conducta nacional: La impuntualidad, que muchos suelen justificar con el prurito de «¿para qué llegar temprano, si nadie lo hace a tiempo?». Peor aún: Según lo escuché, la inmensa mayoría se abstiene de asistir, amparada en el argumento de la falta de interés de otros, que a su vez actúan en consecuencia. Dadas así las cosas, y no obstante la mística de unos cuantos —por lo visto, fundamentalmente los más antiguos— el destino del CPB parece cada vez más próximo a su silenciosa desaparición.

Desde luego, en mi natural y ocasional circunstancia, entre los asistentes no reconocí absolutamente a nadie, talvez por tratarse de los más veteranos del gremio, a lo mejor ya en uso del buen retiro, según en gran parte sus edades oscilaban del medio siglo hacia arriba. Sería, pues, con el desarrollo mismo de los acontecimientos como de a pocos pude ir identificando a los actores más relevantes de la sesión.

Tampoco encontré en el auditorio a ninguno de los más nombrados en los medios —y también llamados a lista— tales como el expresidente Belisario Betancur, los directores de noticias Yamid Amat, Juan Gossain y Darío Arizmendi, además del humorista (!) Guillermo Díaz Salamanca, entre otros. Aunque sorprendida por la inclusión de «El hombre de las mil voces» en el Círculo, fuera de chiste pensé que igual derecho de asociarse al CPB les asiste a otros famosos del humor, como, por ejemplo, Pedro González, alias «Don Jediondo». En fin, no sólo desconozco el perfil estatutario del Círculo, sino que ahora no es esta la discusión.

Muy en serio, y en rigor del papel que le corresponde como veedor y testigo del acontecer y como conciencia dentro de la sociedad, y en momentos tan cruciales del país —y en particular para el cabal ejercicio y para la misma dignidad de la profesión— hoy más que nunca cabe preguntarse: ¿Por qué el CPB, un gremio con 62 años de tradición y con semejantes personalidades a bordo, no alcanza la verdadera trascendencia de unidad y poder de convocatoria, para el efectivo cumplimiento de su misión moralizadora, crítica, fiscalizadora, democratizadora y progresista, postulado que muy seguramente inspiró su fundación?

La inquietud queda planteada sobre todo cuando temas como las dificultades del quehacer periodístico en Colombia son materia de constante preocupación y alarma entre diversas organizaciones internacionales de prensa a partir de estadísticas como las de los periodistas amenazados, asilados o inmolados en medio del conflicto interno, y en últimas, a raíz de episodios tan controvertidos y tan sensibles como los de Jorge Enrique Botero y Hollman Morris por su presencia en las últimas jornadas de liberación de secuestrados en poder de la subversión.

Tras una breve. pero suficiente ilustración sobre el momento de la entidad, el socio Juan Darío Lara propuso que el CPB abandone el ostracismo y el estancamiento, y asuma la recuperación de su liderazgo de opinión y su prestigio como gremio, para lo cual consideró imperativo designar como cabeza visible —inclusive si es del caso, a título honorífico— a un periodista de reconocida imagen y suficiente eco entre la opinión pública, ya por sus méritos como columnista, ya como reportero en medios de comunicación de señalada importancia.

Era de esperarse que la reunión resultara interesante y constructiva, sobre todo cuando el asunto tenía ya un trasfondo, ventilado en diversos medios de comunicación: Con razón o sin ella, la llamada «crisis del CPB». Sin embargo, el tema se quedó en el aire, puesto que el debate se desviò hacia discusiones más de carácter particular, que de trascendencia para el presente y el porvenir de la entidad, de sus socios y de la profesión misma.

La asamblea, que no pudo deliberar por falta de quórum, había sido convocada para reemplazar a dos de los miembros de la junta que pocos días después de haber sido elegidos habían renunciado el 2 de diciembre último. Tampoco fue posible conocer los motivos que originaron las dimisiones de los socios Amílkar Hernández y Margaret Ojalvo. Por supuesto, ambos quedaron en deuda con sus colegas. Así las cosas, la actual coyuntura no responde al compromiso de la minorìa empeñada en que el CPB sea mucho más que una una vaga y nostálgica referencia de épocas mejores.

Si bien para mí —por razones de mi generación— los asistentes constituían en general un pequeño conglomerado de rostros sin nombre ni apellido —pero con una inclaudicable vocación de salvar al CPB— aún mucho más abstracta me resultaba la identidad de aquella enorme mayoría ausente. No obstante, y al menos por simple curiosidad —la misma que me llevó a vivir esta experiencia furtiva— me di a la tarea de investigar y consignar en mi libreta de apuntes los nombres más «visibles» de quienes no concurrieron, y cuya presencia probablemente hubiese evitado el fiasco de la convocatoria.

Según la memoria espontánea de uno que otro socio que me sirvieron de fuente, faltaron a la cita miembros como los siguientes: los expresidentes del CPB Oscar Alarcón, Fernando Barrero, Gustavo Castro Caycedo y César Mauricio Velásquez, Fernando Álvarez, María Cristina Alvarado, Antonio Andraus, Javier Ayala, Jinet Bedoya, Antonio José Caballero, Fabio Callejas, Carlos Chica, Rodrigo Dueñas, Lucía Esparza, Oscar Gálviz, María Teresa Herrán, Athala Morris, Gloria Pachón, Amparo Peláez, Ricardo Peláez, Amparo Pérez, Guillermo Pérez, Carlos Piñeros, Orlando Plata, Jairo Pulgarín, Rafael Poveda, Hugo Sierra y Alberto Saldarriaga. Sobre el último de los nombrados escuché decir que es un excelente moderador y mediador, y quien, a no dudarlo, en mala hora estuvo ausente.

Para quienes aspiramos a ingresar algún día a esta organización, ojalá en la asamblea prevista para este sábado 28 de marzo se complete el quórum, reine la sensatez y gane la causa, que es la del gremio aún disperso, suerte que deja en grave entredicho el futuro inmediato del Círculo y de la profesión misma, que enfrenta los mayores desafíos de su historia y en todo el espectro: académico, gremial, laboral, de la seguridad social, de oportunidades, de especializaciòn, reconocimiento a la profesión, del libre ejercicio, de la dignidad periodística... etc.

A este ritmo de cosas, me pregunto: ¿Se extinguirá el CPB por sustracción de materia?

P. D. Para quienes se pregunten cómo llega este blog a su buzón, es muy sencillo. Aquí, un primer correo conduce a otro (s), y así sucesivamente. Preguntando se llega a Roma.

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