jueves, 20 de septiembre de 2012

Mahoma y la libertad de expresión

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Fayaz Kabli (REUTERS).
Está en juego la libertad de expresión frente a la intolerancia, sea política, social o religiosa. Un medio de comunicación tiene derecho a publicar aquello que considere oportuno, sean caricaturas o unas fotos de Lady Kate en una playa. Aquellos que se sientan ofendidos pueden acudir a los tribunales. Hay decenas de ejemplos sobre el uso del Código Penal. El último en Alemania, donde la justicia estudia el procesamiento de un grupo de extrema derecha islamofóbico.
 
La Familia Real británica no puede ordenar la muerte del fotógrafo ni promover el asalto de embajadas, institutos y comercios franceses en la Commonwealth. Son las reglas en una sociedad democrática.

Un medio de comunicación también debe ser responsable y no provocar innecesariamente la sensibilidad de personas que viven bajo otras circunstancias políticas, a menudo a su pesar, en un momento de enorme tensión, como el actual tras la aparición en YouTube de un 'trailer' de una presunta película sobre Mahoma, fundador de una religión que siguen unos mil quinientos millones de personas.

Le Monde se pregunta si está prohibido en El Corán la representación del Profeta. Liberation recuerda que en Francia no existe el delito de blasfemia.
Twitter es un foro de opinión y debate: #cartoons #hebdo...

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El dibujante brasileño Carlos Latuff, acertado casi siempre en su visión de Oriente Próximo y del mundo musulmán, va más lejos; expresa su rechazo al director de la revista satírica francesa Charlie Hebdo.

La viñeta es directa, clara, opina.



El Gobierno de François Hollande se ha visto obligado a cerrar 20 embajadas y otros tantos centros culturales en previsión de incidentes el viernes, día de oración de los musulmanes. En Bengasi, donde murió hace unos días el embajador Stevens, hay tensión; algunos ofendidos no pueden esperar para mostrar su ira. También, en Pakistán.

The Guardian reúne en su Data Blog (que tiene un subtítulo soberbio: los hechos son sagrados) cada acto violento comprobado. Haaretz informa de que varios líderes arabe-israelíes piden a Google la retirada del vídeo que desencadenó los incidentes la semana pasada.

Al Qaeda califica de "regalo" el asesinato de Stevens y solicita más acciones de este tipo. Fox News, el canal informativo ultraconservador de EEUU, exige una investigación de lo sucedido en el consulado.

Tras las primaveras árabes han surgido dos modelos de islamismo político: los moderados (Hermanos Musulmanes, Hamás, etc) y los radicales (salafistas y toda una pléyade de siglas nacidas de la lucha contra Occidente en Afganistán e Irak). Le Figaro duda de que esta separación sea tan clara.

En este vídeo subido por The Lede se puede ver cómo militantes salafistas libios destruyen una mezquita sufí, escuela filosófica del islam considerada herética por los radicales. Se repiten los Budas de Bamiyán.

La religión es el único camino para millones de personas, la única esperanza para canalizar frustraciones, la desesperanza, la ausencia de trabajo (el 27% de los jóvenes árabes está en paro) y de perspectivas.

Una lectura recomendada en el blog The Middle East Channel: "La globalización y sus descontentos". Otra, este gráfico que vincula pobreza y religión.



En ese estado de necesidad, de excitación política, es fácil caer en el exceso. Añádase unas gotas de doble estándar en Palestina y otras zonas y ya tiene un radical en potencia en espera de la mecha.

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Gabriel Bouys (AFP).
No funcionó la Alianza de las Civilizaciones, un invento con el que Zapatero esperaba ganar puntos ante EEUU después de defraudar a la Administración Bush con su retirada unilateral de Irak.
Personajes como Nasralá, Ahmadineyad o los salafistas no agitan las masas en defensa de su Profeta; su ira es cálculo político, un arma más ante un enemigo tecnológicamente superior.

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Embajada francesa en El Cairo / Amr Abdallah Dalsh (REUTERS).
No existe una solución sencilla; menos, a corto plazo. La idea de la Liga Árabe -promover una legislación internacional que castigue el insulto a cualquier religión- es un dislate. El presidente egipcio, Mohamed Morsi, pide la inclusión de la blasfemia en el Codigo Penal europeo.
John Huges ofrece consejos a EEUU desde la web Global Post: "Qué se debe de hacer".

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El ateísmo es un derecho, una opción intelectual y personal. En EEUU ser ateo era peor que sospechoso de islamismo. Nadie votaba a un ateo o un agnóstico para ningún cargo público. Por eso todos los líderes norteamericanos acuden a ceremonias religiosas, para que les fotografíen, para que conste su fe. Pero los tiempos están cambiando, según las encuestas.

El mundo islámico que demanda respeto debería otorgárselo a las otras religiones. En Arabia Saudí, aliado occidental y gran productor petrolero, está prohibido construir iglesias cristianas. Los miles de filipinos empleados en el reino no pueden rezar a su dios Jesucristo porque se considera un acto ilegal.

Es lo que recomienda Thomas Friedman, columnista del diario The New York Times: "Mírate en tu espejo".

El humor, la ironía son estados superiores de la inteligencia. Para comprenderla y reír es necesaria la tolerancia, un sustantivo que matrimonia mal con las verdades absolutas.

Esta viñeta de una niña muerta en Siria, amputada por una explosión, critica la actitud internacional ante lo que sucede allí. Llega a través del blog The Gun del reportero C.J. Chivers, uno de los mejores corresponsales de guerra. Trabaja para The New York Times. Fue quién sacó en Misrata los colores al anterior Gobierno socialista, que los dobles estándares son de todos, no solo de EEUU.

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Publicado por El País de Madrid

Por . Nací en otro siglo, en Venezuela, mitad español, mitad inglés. Siempre me gustaron las noticias internacionales. Con El País he viajado a guerras en medio mundo. He aprendido mucho, sobre todo a escuchar.

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Choque de civilizaciones?

Víctor de Currea-Lugo
Víctor de Currea-Lugo *
En el undécimo aniversario del 11 de septiembre, una nueva película contra el Islam y su profeta fue el detonante de una jornada de protestas contra los Estados Unidos, especialmente en Egipto y Libia.

Desde la publicación de las caricaturas de Mahoma por el periódico danés Jyllands-Posten, en 2005, ha habido una larga serie de actos de islamofobia como la quema de copias del Corán por orientación del pastor Terry Jones en EE.UU. en 2011 y en bases militares estadounidenses en Afganistán este año. El debate de estos siete años ha girado entre dos posturas: la defensa de la libertad de expresión a cualquier precio versus el respeto a un credo religioso. El problema central es que en ambas posiciones hay una cuota de mentira y manipulación.

Los que defienden la libertad de expresión excluyen deliberadamente de su análisis la responsabilidad social de dicha libertad y sus límites, negando que los derechos humanos contengan en su propio desarrollo límites para su ejercicio. Los que abogan por el respeto debido a los credos religiosos no son menos oportunistas: en 2008 el parlamentario holandés Geert Wilders, conocido por su islamofobia, publicó el video Fitna, traducido por muchos como “fragmentación”. Muy pocos de quienes participaban en las protestas habían visto el video, pero bastó el llamado hecho desde las mezquitas para enardecer al mundo musulmán.

Las dos posiciones coinciden en lo mismo: darle la razón a Samuel Huntington, autor tristemente célebre de un alegato de los años noventa, que intenta definir el mundo actual como un “choque de civilizaciones” en el cual la línea de fractura entre éstas es fundamentalmente religioso. Este argumento se nutrió de los ataques del 11 de septiembre de 2001, así como de la respuesta de los Estados Unidos y sus aliados en Afganistán e Irak, más toda la noción de “guerra contra el terror”. También este 11 de septiembre, Al Qaeda hizo público un video exhortando a la guerra.

Lo demás es fácil de seguir: pierden la tolerancia, las revueltas árabes y el proceso democratizador. Ganan los islamófobos y los salafistas (y los seguidores de Al Qaeda): dos extremos que se unen para recrear un mundo de acuerdo al tamaño de sus odios, mientras se alimentan de dogmas y de respuestas simples frente a realidades complejas.

* PhD Profesor de la Universidad Javeriana
Publicado por el diario El Espectador, de Bogotá, D. C.

¿Regulación o censura?

Por Catalina Chaux
El mundo virtual ha abierto un espacio sin límites a la humanidad. Tiene innumerables ventajas: la conectividad, la posibilidad de información inmediata, de conectar el planeta completo, de permitir investigaciones rápidas y de mayor alcance, realizar transacciones comerciales, permitir que herramientas educativas lleguen a los más recónditos lugares del planeta, el activismo cívico y político para mencionar solo algunas de las ilimitadas posibilidades.

Pero cada vez que se amplía el espectro de actividades es más evidente la necesidad de regulaciones nacionales e incluso internacionales, ya que el espacio virtual trasciende fronteras.
Las legislaciones son reflejo de las sociedades y los avances de las mismas requieren que las reglamentaciones también se vayan poniendo al día.

Si bien hay aspectos que son regulables, lamentablemente hay otros que van más allá de una reglamentación, como son los valores, el respeto y el sentido común.

Ninguno de ellos ha primado en uno de los últimos eventos que ha tenido graves y aún no finiquitados efectos internacionales. El video —que mal puede llamarse película pues es un atentado al arte cinematográfico—, que ha enardecido los ánimos en Oriente Medio. Nada absolutamente nada justifica actos terroristas.

Claramente la intención de sus realizadores era ofender y con ello enardecer a la comunidad musulmana, en la que desafortunadamente no hace falta buscar mucho para encontrar grupos extremistas aislados que reaccionen frenética y violentamente, continuando con la exacerbación de los ánimos. Se ha generado una reacción en cadena de actos violentos en Benghazi cobrando la vida tres funcionarios diplomáticos americanos, extendiéndose este frenetismo a otros países de Oriente Medio. Es una reacción en cadena que consecuentemente genera el rechazo de Occidente donde también, pescando en río revuelto, hay quienes quieren sentenciar por el acto irracional de unos violentos a todo un grupo religioso. Incluso se estaba prestando para el oportunismo político electoral de los republicanos.

No hay límite para lo que puede llegar al espacio virtual.

Esto nos lleva al cuestionamiento de si es necesario, sin que se pueda decir que eso constituya obstrucción al derecho de la libre expresión y por ende denominarse censura, el tener algún tipo de restricción de lo que debe o no llegar a la red. Evidentemente este es un tema que involucra ética, valores, derechos y por consiguiente polémica. Y la polémica es evidente porque, ¿quién debe establecer, qué puede y qué no puede subirse a la red? ¿Siguiendo cuáles criterios? ¿Religiosos? ¿Políticos? ¿Personales? ¿Culturales?

Son muchas las aristas que encontramos y para nada se trata de un tema fácil, como no lo es el que el ser humano utilice el sentido común, que resulta ser el menos común de los sentidos, para no cometer actos censurables por la comunidad internacional como al que me he referido. Si utilizáramos el sentido común y entendiéramos las normas mínimas de respeto y tolerancia, no requeriríamos las implementaciones de restricciones y regulaciones.

Mientras llegamos a estos desarrollos legales, debemos mantener la cabeza fría ante eventos como este y no ser copartícipes de la propagación y promoción de intolerancias fanáticas.

Publicado por Kien y Ke

lunes, 3 de septiembre de 2012

Adiós a Alberto Aguirre, el crítico de criticos

Ha fallecido en Medellín (Colombia) el que pudiera ser catalogado como el último gran crítico nacional, cuya osada y aguda pluma abordó la realidad desprovista de cualquier clase de atavismos, inclinaciones, concesiones de orden político, partidista, filosófico, doctrinario o de coyuntura que pudieran comprometer su óptica contundente, su espíritu inclaudicable en el ejercicio de pensar en voz alta: El maestro Alberto Aguirre, crítico de críticos, quien meses atrás había escrito así su propio obituario en la Revista Soho.

"Era un hombre de múltiples atributos, y tal vez eso lo perdió. Lo único que no pudo aprender fue a jugar billar: mientras sus compañeros se iban para el café a tacar, Aguirre se metía en la biblioteca a leer. Y aprendió a escribir. Pero, al fin, escribir no es una sabiduría, sino una destreza. Yo, que fui de su intimidad, sé que él usó de tal destreza para decir el mundo, para revelar sus flojeras y falencias, para defender a los menesterosos y a los débiles de corazón, y, haciéndolo, llegó a jugarse la vida. Podría haber dicho, con Maiacovski: "Donde me puncen me matan, porque yo soy todo corazón". Poco antes de su óbito, y ya próximo a los 80 años, se le arrimó un desconocido y le dijo: "Muérase, pero escribiendo".

Dada su suma discreción en lo que toca con la intimidad, y su timidez, algunos creerían que Aguirre era tibio. No es así. Era grande el gusto de Aguirre con las mujeres, y tuvo con las mujeres (con varias) relaciones de goce, de placer, de fantasía. A comienzos del año apareció un anuario con los mejores fotógrafos colombianos de la segunda mitad del siglo XX, edición de Eduardo Serrano y publicación del Museo Nacional de Colombia. Entre esas fotografías hay tres de Aguirre, con énfasis en lo social. Se repite que sus variados dones lo perdieron. Si, por ejemplo, se hubiera dedicado de lleno a la fotogafía habría dejado obra grande. Fue Juez del Trabajo a los 23 años y Magistrado del Tribunal Superior de Medellín, Sala Laboral, a los 30, que es el límite mínimo. Y durante siete años fue profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Medellín.  

Introdujo doctrinas y tesis novedosas a la jurisprudencia nacional. De haber seguido en el Derecho habría sido un sabio. Pero se puso a hacer libros. Era como si lo cansaran las glorias: una vez conquistado un laurel, lo hacía a un lado para que se secara. Rechazó siempre los homenajes. Decía que el homenaje es un pedestal que prefigura el rígor mortis. "Daniel te va a pedir, es seguro, que escribás mi obituario para SoHo", decía muerto de la risa, y recordaba la máxima de Jardiel Poncela: "Los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen en hombros". Me vas a tundir a elogios, y uno indefenso.¿Que si Aguirre le tenía miedo a la muerte? Nada de nada. Próximo ya a sucumbir repetía el verso de Teresa de Jesús: "Ven muerte, tan escondida, que no te sienta venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida".

Y aquí surgen dos apuntaciones. Era un recitador formidable. Se sabía de memoria decenas de poemas, y se los decía en murmurio "en las noches más negras y pesadas", cuando lo acosaba alguna desazón por la lejanía. Era su bálsamo. Una vez recitó ante Berta Singerman el Galán de Castro Saavedra, y la Gran Dama del verso, aplastada por un montón de versos locales, cuando oyó a Aguirre revivió, se vino hacia él y le dijo: "¡Pero qué bien lo hace usted; qué bien lo hace!". Ese había sido su grado suma cum laude en declamación. Y el segundo apunte: parecerá raro, pero Aguirre tenía un profundo amor y un grande conocimiento de los místicos españoles. Hay que decir su excelencia como crítico de novela, de poesía, de cine. Fundó el Cine Club de Medellín, les enseñó a ver cine a los antioqueños, fundó la primera revista de cine que hubo en Colombia (la columna Cuadro), el primer programa radial de cine y la primera columna de crítica cinematográfica de la prensa nacional. Hizo crítica de fútbol, en radio y en revistas. Asistió al Mundial del 70 en México, y sus crónicas en Vea Deportes forman texto sobre la materia. Fue el primer editor de García Márquez (El coronel no tiene quien le escriba) y editó uno de los libros más bellos, tipográficamente, que se han hecho en el país: las Obras Completas de León de Greiff. Publicó el libro más hondo de Fernando González: El libro de los viajes o de las presencias. En Medellín, durante cuarenta años, tuvo la mejor librería: Librería Aguirre. Fue director de la Agence France-Presse en Medellín, y su corresponsal internacional, durante siete años. Fundó la Federación Colombiana de Tenis de Mesa, y fue director técnico del equipo colombiano que asistió al Campeonato Suramericano de Lima, en 1964. Habría que concluir como en los viejos escrutinios: faltan datos de algunos municipios".