En lo que premonitoriamente pudiera llamarse La Última Cena del CPB, servida en las instalaciones del Club Colombo-Libanés de Bogotá el viernes 18 de diciembre de 2009, menos de una veintena de socios del Círculo de Periodistas de Bogotá acudió al austero y melancólico evento, cuyo ambiente pareció reflejar el acelerado declive de la institución que por más de 60 años constituyó la voz cantante de un gremio periodístico en Colombia.
Por vez primera en la larga historia del organismo, la convocatoria al encuentro del final de año se hacía bajo la condición de que los socios estuvieran a paz y salvo en el pago de las cuotas ordinarias. Por supuesto, tan excluyente criterio contribuyó a estimular lo que en el CPB es de por sí un mal endémico: El ausentismo, precisamente el agente que más tarde que temprano determine la extinción del Círculo, por física sustracción de materia.
Inclusive a riesgo de sobredimensionar —o también de frivolizar— el tema del ágape en cuestión, el solo título de una película de Cantinflas, Ahí está el detalle (1940), bien pudiera validar el cómo y el cuánto —¡de veras!— trascienden ciertos detalles en la vida cotidiana, esta vez en la del CPB.
Según me cuentan, desde su ingreso al club, y durante más de una hora que duró la antesala, al paso de los meseros con sus bandejas, los caballeros en particular suspiraron a fondo la posibilidad de un simple whisky —servir uno era inclusive cuestión de elemental protocolo— sobre todo por tratarse de ocasión tan excepcional. En verdad, la natural, humana y social ansiedad por un trago para departir antes de sentarse a manteles, terminó con los concurrentes viendo un chispero.
"¿No les digo?", dicen que reclamó dentro de su grupo y en su momento uno de los asistentes, entre la resignación y el disgusto comunes a la mayoría de los presentes. "Detalles en aparencia tan insignificantes como estos, acaban defintitivamente con el entusiasmo y con la voluntad del socio más místico y más apegado al CPB. Parecerá una exageración, pero esto es como el golpe de gracia al buen espíritu de los socios que todavìa se empeñan en rescatar la convivencia y la integración", comentó. "¡Mejor, nos hubiéramos quedado en casa rezando la Novena de Aguinaldos!".
Fuentes allegadas a la reunión, que invocan el anonimato, pusieron de presente su percepción sobre cómo la Presidenta del gremio es "una persona arrogante, de trato bastante impersonal, distante y por lo mismo sin el mínimo carisma", que "a lo mejor debe estar creyendo que la organización de la cena fue todo un éxito. Por cierto, el evento pareció, más bien, organizado por una entidad caritativa en una situación de duelo", según se comentó en una de las mesas.
No necesariamente afectas a la bohemia, varias socias aguardaron en vano a que alguno de los meseros se condoliera sirviendo una segunda copa de vino. A este propósito, una de ellas planteó a sus contertulios la siguiente fórmula matemática, que propuso llevar a la práctica: "A partir de los 200 mil pesos anuales que paga cada socio, perfectamente podría hacerse una gran reunión de fin de año y hasta sobraría para otros eventos. Así, solamente diez socios sumaríamos dos millones de pesos, recaudo suficiente para hacer algo mucho más ambicioso, más digno de nosotros como personas y como gremio, y mucho más atractivo que una cena tan escueta y tan pobre de solemnidad como esta del CPB".
"¡Y no sólo eso!", terció otro socio, "también podremos reunirnos cuando, como y donde se nos antoje, y sin necesidad de quórum. Para cosa tan elemental no se requiere del concurso del CPB, ni mucho menos tener que rendirnos a los embelecos de su Presidenta. Esto ha sido realmente frondio, carente de motivación, de espíritu, de calidez. ¿Saben? A pesar de la mejor intención de los convidados por integrarse, el ambiente de la cena reflejó la naturaleza jartísima y el talante impotable de la Presidenta. Es más: A lo mejor ella se crea que el haberse ahorrado en un par de whiskies —¡si a eso puede llamársele ahorro!— sea todo un éxito de tesorería. Pero, se equivoca de cabo a rabo. Porque, en general, se percibió a la gente saliendo bastante aburrida, como dispuesta a no repetir esta experiencia".
Las versiones que siguieron al encuentro indican que en medio de la evidente insatisfacción de muchos comensales, varios de ellos destacaron cómo los expresidentes César Mauricio Velásquez y Maura Achury promovieron encuentros de fin de año en la sede del Círculo sin alarde ni rimbombancia ninguna, "con aguardiente, lechona y buñuelos, pero— y por sobre todo— en medio del placer de los socios por la oportunidad de poder encontrarse para departir en familia". Por supuesto, todo lo contrario al insípido gusto que esta vez dejó la muy frugal cena en el Club Colombo-Libanés.
De acuerdo con mis fuentes, y no obstante lo anterior, terminado el postre muchos de los concurrentes aún mantenían la expectativa acerca de "los regalos" sobre los cuales se escuchó a la Presidenta comentar en la recepción del club. Al final, y como para completar el desencanto, los muy aguardados presentes eran un ejemplar de La Gaceta —publicación de discutible calidad de contenidos— editada por el CPB, y una agenda de bolsillo.
Al tenor de suertes y de expresiones como las anteriores, según se comentó a este portal, la cena resultó —como era inevitable— un auténtico fiasco, a partir de la exigencia del paz y salvo.
¿Opciones futuras? Por suerte hay varias, como la esperar a que la actual Presidenta complete el período, y buscar a un(a) sucesor(a) con carisma, dialogante, sensible, con iniciativas de renovación, sin arrogancia, e inclusive haciendo la salvedad de que se trate de una persona reconocida entre la opinión pública y ante los medios.
Otra alternativa planteada, que puede prosperar, es la posibilidad de que los últimos socios del CPB —que son los mismos protagonistas estoicos de aquella velada— se separen definitivamente del Círculo y puedan hacer mejor vida social-gremial fuera de la moribunda institución, como ya lo hacen sectores del periodismo político, económico, deportivo, taurino, cultural, del espectáculo, etc.
A este propósito, entre la nostalgia, la impotencia y la bronca, algunos de mis corresponsales de ocasión citan algunos nombres de socios que bien pudieran estar aún en el CPB haciendo un valioso aporte —profesionales en ejercicio muchos de ellos— y que a causa de las constantes rencillas y también por eventos tan lamentables como el ya referido, no retornaron al Círculo.
Y se preguntan, ¿qué camino tomaron —por ejemplo— colegas como Maura Achury, María Cristina Alvarado, Javier Ayala, Fernando Barrero, Jinet Bedoya, Antonio José Caballero, Fabio Callejas, Ricardo Cañón, Carlos Caycedo, Carlos Chica, Jairo Alberto Corredor, Francisco Cristancho, Óscar Domínguez, Rodrigo Dueñas, Rosario Fernández, Willyam Giraldo, Jairo Gómez, Lucevín Gómez, Jaime González Parra, Raúl Gutiérrez, Amílkar Hernández, Juan Darío Lara, Athala Morris, Margaret Ojalvo, ÁlvaroOsorio, Gloria Pachón, Nora Parra, Amparo Peláez, Amparo Pérez, Guillermo Pérez Téllez, Carlos Piñeros, Orlando Plata, Rafael Poveda, Jairo Pulgarín, Javier Darío Restrepo, Flor Romero, Ofelia Romero de Wills, Carlos Ruiz, Alberto Saldarriaga, Hugo Sierra, Lucy Samper, Jorge Téllez, Gloria Vallejo, César Mauricio Velásquez, Constanza Vieira y Maruja Vieira, entre muchos otros? ¿Por qué se marcharon?
Alguien me informa que algunos de los móviles de su ausencia fueron o son la acumulación de ausencias a asambleas o de cuotas no pagadas. Sin embargo, otros motivos fueron también el cansancio físico y moral. Y cuestionan mis fuentes: ¿Por qué, entonces, no se hizo algo para evitar la estampida? ¿Algún acuerdo de pago, por ejemplo, o alguna motivación para evitar que abandonaran el CPB? Al parecer, ni lo uno ni lo otro. Simplemente, no hubo gestión o voluntad política para procurar una solución. En efecto, el resultado salta a la vista.
¿No será posible —se preguntan entre suspiros mis corresponsales— hacer borrón y cuenta nueva mediante un movimiento para recuperar al CPB, a partir del retorno de los despechados?
De veras, en tales condiciones de ausentismo, nostalgia y languidez, una cena de navidad con paz y salvo de por medio es mucho peor que un mal chiste, y no se compadece con la enorme tradición y respetabilidad del organismo periodístico más antiguo y en otros tiempos el mejor reconocido, respetable e inflluyente del país.
Al margen de cuanto este antecedente significa para lo poco que queda del Círculo, resulta mucho peor aún cuando proviene de una entidad que, como el actual CPB, "es más la reafirmación de una vieja utopía, que una cosa tangible y cierta", al decir de una antigua socia, que prefirió reservar su nombre. "Mirémoslo objetivamente: ¿Qué hace y para qué y a quién le sirve el CPB?".
Al sentir de mis fuentes, y en medio de semejante encrucijada, ser miembro raso al Círculo constituye hoy en día un reto de connotaciones quijotescas frente a la perspectiva de lo inapelable. Por cierto, para describir la infausta circunstancia nacional del individuo sometido a las sinrazones y a los imponderables de su propia historia, el escritor argentino Jorge Luis Borges sentenciaba en su cuento Ulrica (1975) : "Ser colombiano es un acto de fe". Igual cabría decir de cada socio del CPB.
Coletilla: Como para la columna de Microlingotes de Óscar Alarcón en la revista Semana: La despedida de diciembre en el CPB tuvo lugar en una noche de ¡paz... y salvo!
miércoles, 6 de enero de 2010
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